Alan García, el Gas y las mentiras

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El presidente García confirmó en su Mensaje a la Nación por Fiestas Patrias una renegociación con el consorcio exportador del gas de Camisea para que las ventas al exterior paguen regalías al menos iguales a las que rinde el gas consumido en el país.

En su discurso ante el Congreso de hace un año, el presidente Alan García declaró: “Nuestro compromiso es que en ningún caso el uso nacional interno actual o posible para la electricidad, los vehículos, o la industria sea detenido o sacrificado en beneficio de las exportaciones; el gas es para el desarrollo del Perú y después para la exportación, si existe de manera suficiente”.

En la misma tribuna, hace unos días afirmó: “El estímulo de la exportación fue utilizado positivamente para desencadenar los trabajos de perforación de pozos y el gasoducto”, y añadió que sin exportación: “ninguna empresa hubiera invertido 2,300 millones de dólares en ninguna planta de licuefacción, perforación de pozos y gasoducto”.

Voltareta
¿Qué pasó en doce meses para una voltereta de esta magnitud? Sólo cabe una respuesta. García mintió en el 2009, cuando aparentó que establecía la prioridad de la demanda interna, ya que todos los años anteriores estuvo negociando los términos de la exportación como lo ha reconocido en el discurso de este año. Con eso por cierto no sólo bajaba el tono de la crítica de la oposición y las regiones, sino mejoraba su capacidad negociadora ante las empresas que ya estaban concluyendo la construcción de la planta de licuefacción que adecúa los Hidrocarburos para la exportación.

Otra mentira
El 2010, sin embargo, García ha vuelto a mentir. Y para eso ha recurrido a un argumento servido por la derecha, según el cual es inevitable la continuidad de la venta de nuestros recursos naturales al exterior: sin estímulo no se desencadena la inversión. Una falsedad histórica que nos ha sometido a la no industrialización, al despojo de los recursos sin dejar nada a cambio y a la destrucción ambiental por la premura y la irresponsabilidad rentista. Pero tampoco es cierto respecto a lo que pasó con el proyecto Camisea en los diez últimos años.

El contrato con el consorcio encabezado por Pluspetrol para la explotación de los pozos de Camisea, que habían sido descubiertos por la Shell, es suscrito en diciembre del 2000 (bajo Paniagua), luego de un proceso de licitación que comenzó en mayo de 1999 y que ya había determinado los ganadores cuando Fujimori huyó del país. Este contrato versa sobre el Lote 88 y define que los Hidrocarburos de este origen serán destinados exclusivamente al uso nacional, lo que se reafirma en el contrato de mayo del 2002, para el transporte del gas, el cual confirma que el gasoducto que parte del lote 88 será únicamente para el abastecimiento interno.

Condiciones sin reparos
Los consorcios Camisea y TGP (explotador y transportador) aceptaron las condiciones sin reparos y se preocuparon de otros detalles muy distintos que representaron sus “estímulos principales”: que la asignación de pozos servidos, con el gas ubicado en instalaciones básicas, fuese a título gratuito (es decir plata regalada); que los precios de venta del gas al Estado les permitieran una rápida recuperación de sus inversiones; que los avales para obtener financiamiento se los extendiera el estado peruano, porque nadie más quería hacerlo; que se cofinanciara (con un impuesto a las tarifas eléctricas hasta por 100 millones de dólares) la construcción del gasoducto; que no se les sancionara por los daños ecológicos (derrames, contaminación, invasión de predios rústicos, etc.).

El cuento
La historia del “estímulo” es un cuento ya que recién después que el gas empieza a llegar a Pisco y Lima, en el 2004, empieza a hablarse de una opción exportadora con varios interesados: Chile, Argentina y Uruguay, entre otros. En esa etapa empiezan a realizarse modificaciones al contrato de explotación original y la empresa Hunt Oil (miembro del consorcio), con influencias en el gobierno, se convierte en la animadora de la idea de orientar al exterior la producción del lote 56 (también descubierto por la Shell y que complementaba las reservas del 88).

En enero del 2006, en plena campaña electoral, se firma el contrato con el consorcio Perú LNG para la construcción de la planta de licuefacción (transformar el gas a líquidos para exportarlo), que efectivamente es uno de los aspectos más costosos de la operación, pero que se realiza exclusivamente para vender afuera. Sin duda, esta inversión requería el “estímulo” de una voluntad exportadora del gobierno nacional.

Hunt Oil
Perú LNG está conformado por la texana Hunt Oil (socio mayoritario y operador principal), SK Energy de Corea del Sur, Repsol-YPF de España y Marubeni de Japón. Todos ellos han estado trabajando con el gobierno de García, iniciado apenas unos meses después del contrato. Y en ese trato han tenido que definir los precios y regalías. Y si ahora están “renegociando” es porque hubo una campaña que los puso contra la pared mostrando el entreguismo inaudito como se ha procedido con el Gas Natural.

En realidad todo el problema del gas ha quedado sin respuestas o con respuestas tramposas después del Mensaje de 28 de Julio. La declaración de que los lotes 88 y 58 irán al consumo interno y a la vez al abastecimiento de la gran región sur, está marcada por esta irrealidad deliberada: en primer lugar, porque la exportación ya empezó y utiliza las reservas del lote 88 y el sistema de transporte para sacar gas hacia el exterior. En segundo lugar, porque el gas del lote 58, ya no forma parte del paquete Shell (como sí era el del 56) y por tanto tiene “precio libre”, ajustado al mercado internacional, como ocurre con el petróleo. También es una gran estafa la referencia al stock de reservas vueltas a medir a pedido de este gobierno por la empresa Netherlands Sewell & Asociados, que, sin que hubiera nueva inversión ni descubrimientos, encontró más reservas de las que habían sido medidas anteriormente.

Esto por supuesto es una responsabilidad de envergadura que están asumiendo García y su gobierno, al enajenar la riqueza de la nación, bajo presión de las transnacionales.

Fuente: www.diariolaprimeraperu.com

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